EL AMOR UNE UNIVERSOS 1
- Sar Itzjak
- 20 may
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Sarah, esposa de Abraham, vivió 127 años; estos fueron los años de la vida de Sarah.
Sarah, esposa de Abraham, fue una matriarca extraordinaria. Al igual que su esposo, alcanzó niveles espirituales de poder creativo: ese era su gran secreto.
“La corporealidad es una ilusión, pero la grandeza de una persona espiritual está precisamente en transformar esa ilusión. Transmutar la realidad del mundo físico a un mundo pensado, proyectado, planeado y anhelado; materializar lo que soñamos es el poder de unir dos dimensiones paralelas”.
En la esencia de Sarah residía su mayor poder. Ella se concebía a sí misma como una semilla (Zera); sabía que dentro de ella estaba contenido todo el potencial de un universo llamado árbol. En Sarah estaba la raíz —la primera parte que se forma en un árbol—, así como el tallo, cada rama y cada hoja.
Pero pasaban los años, y Sarah y Abraham no lograban dar fruto. No podían tener un hijo. A Sarah comenzaron a llamarla “mujer estéril”. Durante los primeros años, ella no lo creyó; jamás titubeó en su fe. Sin embargo, al llegar a la vejez, ya siendo anciana, el sueño estaba completamente dormido. Ella comenzó a dudar de ser esa poderosa semilla. El desgaste del tiempo, tanto en ella como en su marido, parecía negar la posibilidad de algún fruto.
Mientras los árboles frutales dan cientos de cosechas en su vida —miles de frutos a lo largo de su existencia—, Sarah era motivo de burla en su pueblo.
Pero Dios es excéntrico en su forma de operar, porque había reservado a Sarah y a Abraham como una semilla especial. Este precioso árbol llamado Sarah daría un solo fruto. Uno solo, pero de valor incalculable.
En el mundo místico, los árboles del conocimiento dan frutos que contienen misterios. Por ejemplo, el Árbol del Bien y del Mal ofrecía un fruto que revelaba la unidad del universo en su interior.
El amor de Sarah por el Rey del Universo la convirtió en la semilla primordial de un único fruto en todo el multiverso, con el poder de contener la unidad total del ser y el destino de mil generaciones.
Mientras en el plano físico existían momentos de caos entre la pareja, en lo profundo reinaba la unión por amor. Aunque exteriormente se vivieran dudas y frustraciones, espiritualmente todo era convicción y poder creativo.
Sarah era poderosa en su unidad interior
La ilusión del mundo físico —ya sea caótica o placentera— no deja de ser ilusión. Y ese caos, ese conflicto y ese aparente bloqueo, solo pueden ser transformados por una fuerza: la unidad interior.
El amor de Sarah y Abraham logró lo que pocas parejas alcanzan con el tiempo: unificar el mundo físico en caos con el mundo espiritual en orden, donde gobierna el Rey del Universo.
Bendijeron a miles de generaciones futuras y a toda la humanidad con un solo fruto: Isaac.
Sar Itzjak
Behatzlaja.




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